¿Qué es un stent? ¿Por qué se implanta? y sobre todo, ¿qué podemos hacer tras su colocación en una arteria coronaria?
Un stent coronario es una prótesis parecida a una malla metálica flexible (muchas veces se describe al paciente como "un muelle") que se implanta a través de un catéter en una arteria coronaria parcial o totalmente ocluida. Para simplificarlo, podemos imaginar la arteria coronaria como una tubería que lleva la sangre con el oxígeno y los nutrientes a las células cardíacas. Cuando en la pared de esta tubería se van depositando productos de suciedad (en el caso de las arterias, sobre todo células grasas e inflamatorias), su diámetro se va estrechando hasta causar una falta de riego que no permite una llegada suficiente de sangre al músculo cardíaco, con la consecuente angina o infarto. Es entonces cuando, sin necesidad de operar, se realiza un cateterismo a través de un pinchazo en el vaso, y se progresa en la tubería obstruida, colocando un stent, que al hincharlo a nivel de la zona de mayor estrechamiento permite "aplastar" la malla metálica del stent a la pared de la tubería, que vuelve por tanto a tener su diámetro normal. ¿Cómo es la recuperación inmediata tras el cateterismo y el implante de un stent coronario? Hoy en día, afortunadamente, alrededor del 80-90% de los cateterismos y de las angioplastias coronarias (implante de stent) se realizan a través de la arteria radial de la muñeca, permitiendo tanto una reducción del riesgo de complicaciones importantes relacionadas con el procedimiento, como una más rápida y casi inmediata recuperación del paciente. Tras un procedimiento realizado por la muñeca, se coloca un vendaje compresivo durante unas 3-4 horas en la zona de punción. El paciente puede incorporarse casi de inmediato, y si no hay complicaciones, puede realizar una vida prácticamente normal tras la retirada dl mismo. Se aconseja únicamente durante los siguientes 3-4 días tras el alta, evitar coger pesos superiores a unos 4-5 Kg o trabajos que precisen un movimiento de muñeca continuo, con el brazo por lo que se ha realizado la intervención. Si por lo contrario el acceso se ha realizado a través de la ingle, hay que tomar más precauciones. Habitualmente el paciente debe permanecer tumbado al menos 6-8 horas, para permitir el correcto cierre de la vía de acceso. Tras un periodo variable de vigilancia, si no se han producido complicaciones, se procede al alta. El paciente podrá entonces realizar paseos de corta distancia y en superficies llanas sin problemas, aunque tendrá que limitar los primeros 2-3 días las subidas y bajadas por las escaleras, los trabajos pesados, la jardinería o ponerse de cuclillas. Pese a los nervios existentes durante el procedimiento, realmente es una vez implantado el stent cuando surgen las principales dudas y preguntas del paciente por lo que es imprescindible en todos los pacientes un seguimiento cardiológico continuo posterior, cambios en el estilo de vida, y mantener la medicación pautada.
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El pie diabético aparece cuando existen niveles inadecuados de glucosa en sangre y otros factores que concurren con frecuencia en personas con diabetes (hipertensión arterial, hipercolesterolemia,...) que provocan un daño en los vasos y nervios que pueden producir complicaciones a medio-largo plazo.
¿Cuáles son los síntomas del pie diabético?Síntomas más habituales:
Dos de los riesgos de estos pacientes son la disminución de la sensibilidad y la mala circulación del pie, que pueden derivar en la formación de una úlcera, algunas veces graves y que es la principal causa de una posible amputación. La mayoría de las heridas son causadas por una disminución de la sensibilidad del pie y surgen en la planta o en las zonas cercanas al hueso, como los nudillos de los dedos. En el caso de que un paciente observe una úlcera, deberá acudir lo antes posible al especialista. No únicamente para curarla, sino para diagnosticarla y diseñar un tratamiento personalizado lo más adecuado a su caso. Contamos con un quirófano especializado en cirugía vascular, dotado de un equipamiento avanzado para el tratamiento quirúrgico de las enfermedades vasculares más importantes. La escleroterapia es una técnica utilizada para eliminar las varices sin necesidad de cirugía. El agente esclerosante, que es una esclerosis química, se inyecta en la vena a tratar, haciendo que la vena se «queme» por dentro y eliminando la variz de forma permanente.
Hay muchos agentes esclerosantes disponibles, pero la microespuma se ha convertido en la técnica más versátil porque causa menos dolor y hematomas que otros agentes esclerosantes. ¿Qué ventajas ofrece la escleroterapia con microespuma VARIXIO?La escleroterapia con microespuma VARIXIO ofrece las siguientes ventajas:
Si estás pensando tratar y eliminar las varices sin cirugía mediante el tratamiento de escleroterapia con microespuma, ¡no esperes más y ponte en contacto con nosotros para reservar una cita! Te sorprenderá lo fácil que es eliminar las varices con esta nueva tecnología. Normalmente, el corazón de un adulto late entre sesenta y cien veces por minuto. Sin embargo, puede producirse un tipo de anomalía conocida como arritmia cardíaca, que vuelve irregular, acelera o ralentiza este ritmo. De acuerdo con la Sociedad Española de Cardiología, las arritmias afectan a alrededor de un 15% de la población mayor de 50 años en España, y va a aumentando con la edad.
Las arritmias tienen lugar cuando se produce una alteración en el sistema eléctrico interno del corazón, denominado sistema de excitación y conducción, que controla la frecuencia de los latidos y su ritmo cardiaco. Este se desarrolla en dos etapas. La primera se llama diástole y, en ella, el músculo cardíaco se relaja para que sus cavidades se llenen de sangre. Durante la segunda etapa, denominada sístole, el músculo se contrae y expulsa la sangre al torrente sanguíneo. Es decir, la bombea y permite que fluya por todo el organismo, y mantiene la presión arterial. Esto es posible gracias a una pequeña zona del corazón llamada nódulo sinoauricular o sinusal, ubicada en la aurícula derecha, la cavidad superior derecha del corazón. Con cada latido, este grupo de células emite una señal eléctrica que se desplaza por diferentes rutas a través del corazón, de la parte superior a la inferior. De esta manera, cuando todo va bien, esta señal indica a cada zona del órgano cuándo contraerse, como si se tratara de una especie de marcapasos natural. Pero, a veces, surgen problemas y las señales son anómalas (trastornos de la formación del impulso eléctrico) o se desorganizan (trastornos de la conducción del impulso) o pueden darse ambas circunstancias a la vez. Por ejemplo, pueden retrasarse, bloquearse, generarse con frecuencia excesiva o en un lugar erróneo, o viajar por rutas distintas a las que les correspondería, y todo ello produce alteraciones en el ritmo cardíaco. Por eso, podría decirse que muchas de las arritmias son una especie de cortocircuito que sufre el tendido eléctrico que rige el funcionamiento del corazón. Causas diversas y, a veces, desconocidas Algunas de las causas de las arritmias pueden encontrarse directamente en el corazón, y ser congénitas o adquiridas. Otras causas, sin embargo, pueden encontrarse fuera de este órgano (extracardíacas), como infecciones o enfermedades como la hipertensión. También pueden producir arritmias otras circunstancias extracardíacas, como el consumo excesivo de sustancias como el alcohol, la cafeína, drogas estimulantes y el tabaco, así como el uso de algunos medicamentos y plantas medicinales. Igualmente, el estrés y las emociones intensas pueden desencadenarlas. Las arritmias pueden ser de varios tipos y ser clasificadas de diversas formas. Si se originan en las aurículas o en el nodo auriculoventricular, se llaman supraventriculares, mientras que se denominan ventriculares si tienen lugar en los ventrículos. Si, en cambio, atendemos a la frecuencia de los latidos, podemos hablar de taquiarritmias, cuando estos se aceleran y de bradiarritmias cuando se ralentizan. Además, las arritmias pueden presentarse de diversas formas: si se producen en momentos puntuales, se les llama paroxísticas, y si son permanentes, se denominan crónicas. En cuanto a síntomas, las arritmias suelen manifestarse con palpitaciones y síncopes, que son pérdidas de conocimiento a consecuencia de que el flujo sanguíneo al cerebro queda mermado. Otros posibles síntomas de las arritmias provocados por la falta de riego sanguíneo son palidez, mareo, dolor en el pecho, debilidad, aturdimiento, sudor, sensación de falta de aire y ansiedad. Si se padecen de forma habitual estos síntomas, sería recomendable acudir a una revisión médica que realice al paciente los estudios pertinentes para confirmar o descartar una arritmia. En el caso concreto de un tipo de taquiarritmia que se llama fibrilación auricular – el tipo más frecuente de arritmia-, las aurículas, que son las dos pequeñas cámaras superiores del corazón, vibran en vez de contraerse rítmica y enérgicamente, como si fueran un tazón de gelatina. Al no producir el vaciado de la sangre adecuado, pueden originarse pequeños coágulos (trombos) con consecuencias tan serias como embolias. El fallo en el bombeo adecuado de sangre puede originar también insuficiencia cardiaca, mala irrigación sanguínea, falta de aire crónica… Por otro lado, algunas personas que padecen arritmias no tienen síntomas y estas suelen ser detectadas por el profesional sanitario en un examen de rutina que incluya un electrocardiograma. Medicamentos, procedimientos médicos o cirugía para tratarlas Si son arritmias benignas y no presentan síntomas, puede ser suficiente con seguir un estilo de vida saludable, cuidando la alimentación, practicando ejercicio físico regular, dejando de fumar y moderando el consumo de alcohol y sustancias estimulantes como la cafeína. Para tratar las taquicardias, puede recurrirse a los fármacos y, si estos no son efectivos, a diferentes procedimientos médicos. Uno de ellos son las maniobras vagales, una serie de movimientos que afectan al sistema nervioso y permiten reducir la velocidad de los latidos, pero no son efectivas en todos los casos. En el caso de padecer fibrilación auricular, se puede usar la cardioversión, un procedimiento médico que administra corriente eléctrica al corazón por medio de unas paletas o parches. También, en otras taquiarritmias, es posible implantar bajo la piel un desfibrilador cardioversor, un pequeño dispositivo que controla las arritmias más graves precursoras de muerte súbita con pulsos o descargas eléctricas para revertirlas. Así mismo, puede recurrirse a la ablación con catéter, que consiste en la inserción de un tubo flexible y delgado en un vaso sanguíneo del brazo, ingle o cuello, cuyo extremo se guía hasta el corazón. Posteriormente, una máquina envía energía hasta los electrodos ubicados en su punta y elimina el área de tejido cardiaco que origina la arritmia. En el caso de las bradicardias, suele ser necesario implantar un marcapasos. Este es un pequeño dispositivo que se pone bajo la piel del pecho o del abdomen y que controla el ritmo cardiaco, gracias a unos sensores que detectan la actividad eléctrica del corazón. Cuando esto es anormal, envía impulsos eléctricos para que el ritmo cardiaco vuelva a la normalidad. En ocasiones, debe recurrirse a la cirugía. Por ejemplo, puede ser necesario reparar una válvula del corazón o, si la arritmia se debe a una enfermedad coronaria, realizar un bypass, una técnica quirúrgica que mejora el flujo de sangre hasta el músculo cardiaco. En cualquier caso, la mayoría de las arritmias, incluso los tipos más graves, pueden tratarse con éxito y la persona puede llegar a hacer una vida normal. En los casos leves e inofensivos a menudo no necesitan tratamiento. La angina de pecho es un síntoma de enfermedad de las arterias coronarias que produce dolor y opresión en el pecho. Se origina debido al bloqueo de una arteria coronaria, cuya función es la de suministrar sangre, oxígeno y nutrientes al corazón. Dicho bloqueo impide la correcta circulación de sangre oxigenada al músculo cardíaco.
Esta situación de falta de riego de oxígeno al corazón se denomina “isquemia”, por ello se utiliza el término de “cardiopatía isquémica” para denominar todo este tipo de trastornos circulatorios que afectan al corazón y que son consecuencia de estenosis (estrechamiento) en las arterias coronarias. La angina de pecho es uno de ellos. La angina de pecho puede ser de dos tipos:
¿A quién afecta? La angina de pecho es una patología cuya incidencia aumenta con la edad y el envejecimiento de las arterias. Afecta tanto a hombres como a mujeres, si bien en las mujeres aparece más tarde, pero de forma más letal. En los hombres suele aparecer después de los 30 años y en las mujeres, tras la menopausia (a partir de los 50 años), debido a la bajada de estrógenos. Estas hormonas ejercen una función protectora natural frente a la enfermedad cardiovascular. ¿Cuáles son las causas de la angina de pecho? Generalmente, la angina de pecho ocurre porque llega menos sangre al corazón. La principal causa de esta situación es la arteriosclerosis, que aparece cuando las arterias coronarias se estrechan debido a la acumulación de placas de ateroma (depósitos de grasa) en las paredes de los vasos sanguíneos. Además de la arteriosclerosis, existen otras patologías que pueden generar una angina de pecho:
Normalmente, la angina de pecho se manifiesta al desarrollar una actividad que haga acelerar el pulso o la presión arterial y que, por tanto, suponga un esfuerzo añadido para el motor de nuestro organismo, el corazón. Es el caso del esfuerzo físico, las temperaturas extremas, las comidas pesadas o cualquier situación que nos pueda producir estrés o emociones fuertes. ¿Qué síntomas tiene? Los más habituales son:
¿Qué tratamiento tiene? Ante una angina de pecho y los síntomas que produce, el médico puede recomendar:
Con un correcto tratamiento se puede mejorar el pronóstico tras sufrir una angina de pecho y tener una buena calidad de vida. El síndrome de Raynaud, conocido también como enfermedad de Raynaud o fenómeno de Raynaud, es un espasmo vascular (vasoespasmo) en el que los vasos sanguíneos de la mano, principalmente, se estrechan en respuesta al frío o a la tensión emocional. Como consecuencia se reduce el flujo sanguíneo en estas zonas. Esto produce molestias (sensación de frío, dolor urente -similar al de una quemadura-, parestesias -cambios en la sensibilidad-) y cambios de color reversibles (palidez, cianosis -color azulado-, eritema -rojez- o una combinación de ellos) en uno o varios dedos. En ocasiones, se ven afectadas otras regiones como los dedos de los pies, la nariz o la lengua.
El síndrome de Raynaud puede ser primario -el tipo más frecuente, que aparece sin signos ni síntomas de otras enfermedades- o secundario -está provocado por alguna otra enfermedad, sobre todo del tejido conectivo como el lupus o la esclerodermia-. El primario es mucho más frecuente (alrededor del 80%), es más habitual en personas jóvenes y sobre todo en mujeres. El tratamiento depende de la gravedad del trastorno y de su tipo, pero algunos cambios en el estilo de vida como protegerse del frío suele ser suficiente para mantener los síntomas bajo control. Estos pueden ser molestos, pero raramente dañan de manera importante los tejidos. En el caso del síndrome de Raynaud secundario, sí puede ser necesaria una terapia orientada sobre todo a la enfermedad de base que lo causa. El fenómeno de Raynaud secundario suele afectar a personas mayores de treinta años y a quienes padecen enfermedades reumáticas o autoinmunes especialmente las del tejido conectivo. Fumar podría constituir también un factor de riesgo, ya que la nicotina contenida en el tabaco contrae los vasos sanguíneos. Otros posibles desencadenantes son el uso de ciertos medicamentos que causan el estrechamiento de las arterias. La vibración repetitiva causada por acciones como escribir durante largo rato o el empleo de herramientas manuales o máquinas que vibran pueden ser también desencadenantes de los síntomas. Solo en los casos graves, se forman úlceras o llagas en las yemas de los dedos y los tejidos pueden quedar dañados llegando a la gangrena, siendo esta más frecuente en la forma secundaria. El objetivo del tratamiento es reducir el número de episodios y, en las formas más graves de la enfermedad, evitar daños en los tejidos. El tratamiento se basa en evitar los desencadenantes, dejar de fumar si es el caso y si fuera necesario, la administración de fármacos. Habitualmente, los síntomas del fenómeno de Raynaud pueden ser manejados con modificaciones del estilo de vida: como mantener una temperatura corporal adecuada en las zonas afectadas mediante el uso de ropa de abrigo, reducir el estrés mediante técnicas de relajación y, si se fuma, abandonar este hábito. En ocasiones, es necesario recurrir a medicamentos para la presión arterial como los bloqueantes de los canales de calcio o de receptores de la angiotensina, capaces de aumentar el flujo de sangre a los dedos de las manos y los pies. La mayoría de las trombosis se pueden prevenir, tan solo es necesario seguir algunas recomendaciones:
La trombosis es la formación de un coágulo de sangre (trombo) en el interior de un vaso sanguíneo, causando su obstrucción. Esto puede ocurrir tanto en las venas como en las arterias. La mayoría de las trombosis venosas asientan en las extremidades inferiores. Según en qué venas se produzcan los coágulos, se denomina trombosis venosa profunda o superficial. La trombosis venosa profunda (TVP) es la que se asienta sobre las venas que van por el interior de piernas, muslos, pelvis y abdomen y es las más peligrosa, puesto que el trombo puede desplazarse a los pulmones y puede dejar secuelas importantes en la circulación de retorno de las piernas. Las trombosis venosas superficiales se producen en venas cercanas a la piel y, aunque son dolorosas, no suelen tener complicaciones graves.
Las trombosis venosas son más frecuentes a medida que avanzamos en la edad. Por eso, podemos decir que incrementa el riesgo de padecer un trombo tener más de 60 años, aunque puede ocurrir a cualquier edad. También puede influir llevar un estilo de vida sedentario, padecer sobrepeso, obesidad u otras enfermedades como la diabetes y la hipertensión, así como los antecedentes personales o familiares de haber sufrido episodios previos de trombosis venosa profunda o embolismo pulmonar. Además, hay que saber que la sangre circula más lentamente si existen vendajes que opriman las venas o hay limitación del movimiento, como sucede, por ejemplo, durante viajes largos en avión, en el denominado síndrome de clase turista. El riesgo de una coagulación excesiva es mayor si, por ejemplo, se padecen enfermedades hereditarias relacionadas con la coagulación de la sangre, se sigue terapia de reemplazo hormonal o se toman anticonceptivos orales. Igualmente, existen unos trastornos de la coagulación heredados, llamados trombofilia, en cuyo caso se debe tener especial precaución y realizar la prevención adecuada de las trombosis. Algunos casos de trastornos heredados se diagnostican por abortos de repetición. Por su parte, las trombosis venosas superficiales se producen de forma mayoritaria sobre varices previas, por lo que un adecuado tratamiento preventivo es esencial.
En España, se diagnostican entre 30.000 y 50.000 casos de trombosis venosa profunda (TVP) al año, según datos del INE, y no existe una diferencia entre hombres y mujeres en cuanto al número de trombosis venosas profundas. Sí es cierto que las mujeres tienen más trombosis superficiales por haber más varices en el sexo femenino.
Para lograrlo, en las fases iniciales de tratamiento se usan habitualmente fármacos anticoagulantes inyectables como la heparina, que resulta muy cómoda, y, posteriormente, se cambia a fármacos anticoagulantes orales. El tratamiento farmacológico para la TVP suele durar unos meses (entre tres y seis), aunque este periodo de tiempo puede ser mayor e incluso indefinido, en función de las circunstancias de cada paciente, el motivo del trombo y si han existido más episodios. Por ejemplo, si son trombosis venosas profundas de repetición o hay factores genéticos, a veces hay que mantener la anticoagulación de forma indefinida. Las medias de compresión elástica son parte del tratamiento de las trombosis para favorecer la resolución del trombo, ya que proporcionan alivio inmediato, reducen el edema y previenen la aparición de complicaciones posteriores. Por su parte, los pacientes con varices deben ser evaluados por el Especialista en Angiología y Cirugía Vascular para valorar si precisan una intervención quirúrgica.
A largo plazo, la otra complicación de la TVP es el denominado síndrome postrombótico. Se produce por la destrucción de las válvulas venosas y produce un edema crónico, con pesadez, dolor en la extremidad, trastornos en la piel y en estadios finales aparición de úlceras. La manera de prevenir este síndrome es con una correcta anticoagulación y el uso desde el inicio de una media elástica.
La fístula arterio-venosa es el acceso vascular de elección en pacientes que necesitan tratamiento renal sustitutivo a través de hemodiálisis, salvo que exista alguna contraindicación médica.
Este acceso vascular, será realizado unos meses antes de que el paciente precise hemodiálisis, ya que, tras su realización, precisa de un periodo mínimo de maduración y desarrollo. Tras ser derivado por su nefrólogo, un/a cirujano cardiovascular la realizará en quirófano y bajo anestesia local. Será una intervención ambulatoria y no requerirá el ingreso del paciente. Generalmente, la fístula se realizará en el brazo no dominante, es decir, en un paciente diestro se intentará en el brazo izquierdo y viceversa. Esta puede ser realizada a distintos niveles del antebrazo, desde la muñeca al codo. Se trata de una operación sencilla en la que se unirán una arteria del brazo y una vena. Las arterias son vasos sanguíneos que llevan gran caudal de sangre, pero son profundas y no se pueden pinchar. Las venas, son los vasos sanguíneos más superficiales y accesibles. Cuando se unen arteria y vena, la presión dentro de la vena aumenta, fortaleciendo las paredes de esta, preparándose así para recibir las agujas empleadas en la hemodiálisis. Una vez realizada y si no hay complicaciones, la fístula puede ser usada para hemodiálisis durante muchos años. Cuidados de la fístula en el postoperatorio inmediato: Al salir de quirófano, si la fístula funciona, se notará al poner la mano suavemente sobre la cicatriz una vibración llamada thrill. Esta vibración es la turbulencia producida por la sangre al pasar de la arteria a la vena. Puede que al principio no se note bien, o que el paciente no esté entrenado y deba aprender a reconocer esta nueva sensación. Indica que la fístula puede ser usada para el tratamiento de hemodiálisis. Durante las primeras 24-48 horas debemos observar el apósito o vendaje que han colocado sobre la cicatriz para la detección de signos de hemorragia. No se debe levantar, si se despega o lo cambiamos por algún motivo, debemos evitar colocar apósitos compresivos. Se recomienda mantener elevada la extremidad de la fístula, reposando sobre una almohada, para favorecer la circulación de retorno y evitar la aparición de edema o hinchazón de la mano. Se deben realizar movimientos suaves de apertura y cierre de la mano para favorecer la circulación. Las curas de la herida pueden realizarse en el domicilio, manteniendo la herida siempre limpia y seca. Debemos retirar el apósito antes de la ducha e inmediatamente después, secar la herida y aplicar antiséptico (por ejemplo, clorhexidina 2%). Si la herida no muestra signos de infección, puede quedar al aire, pasados 4-5 días. Vigilar posibles complicaciones de la herida quirúrgica como puede ser aparición de fiebre, hematoma importante, dolor intenso, supuración, frialdad o palidez en la mano, … debiendo comunicar esta situación al cirujano o nefrólogo de referencia. Se debe tomar la tensión arterial de forma habitual, comunicando al nefrólogo situaciones de tensión baja, reajustando los fármacos antihipertensivos, para así evitar complicaciones de la fístula (trombosis) debido a la tensión arterial baja. Recomendaciones para el cuidado y mantenimiento de la fístula: -No realizar extracciones sanguíneas ni colocar vías para la administración de sueros en ese brazo. -No tomarse la tensión arterial en ese brazo -Evitar llevar relojes, pulseras, anillos, ni ningún objeto o ropa apretada que haga presión y pueda comprometer la circulación en ese brazo. -No dormir sobre ese brazo, evitando presiones que puedan interrumpir el flujo de sangre en la fístula. -Evitar coger excesivo peso con el brazo de la fístula, sobre todo en las dos primeras semanas. En la consulta del Dr. Biguria podemos ayudarte, ya que somos expertos en cirugía cardiovascular en Málaga. Pide tu cita sin compromiso, y comprueba todo lo que podemos hacer por ti. ¿Qué es?
La Insuficiencia Venosa Crónica, conocida por sus siglas como IVC, es la incapacidad de las venas para realizar el adecuado retorno de la sangre al corazón, lo que provoca la acumulación de ésta en las piernas, dando lugar a diferentes síntomas y problemas. Las venas y arterias juegan un papel fundamental en el correcto funcionamiento de nuestro sistema circulatorio, puesto que son las encargadas de transportar la sangre desde el corazón a todo el cuerpo en dos direcciones: desde el órgano a las diferentes partes del organismo –arterias-, y a la inversa –venas-. Las paredes de las venas tienen unas válvulas diminutas que se abren y se cierran, y sirven para ayudar a controlar la presión y el flujo de la sangre, facilitando su adecuado retorno al corazón. En el caso de las piernas, existen fundamentalmente dos sistemas que permiten que la sangre venza la fuerza de la gravedad y regrese al corazón:
Sin embargo, cuando las venas de las piernas pierden elasticidad, se dilatan y provocan que las mencionadas válvulas estén muy separadas unas de otras y no cierren bien. Como consecuencia, la sangre, atraída por la fuerza de la gravedad, se acumula en las piernas, produciendo la Insuficiencia Venosa Crónica (IVC), una enfermedad cuyas principales manifestaciones son las varices y las piernas cansadas. El sedentarismo y la falta de ejercicio también pueden predisponer al desarrollo de esta patología, dado que la bomba muscular no se activa. ¿Qué personas son más propensas a padecer IVC? Los síntomas afectan al 30% de los adultos españoles, según datos del Capítulo Español de Flebología. Así pues, en nuestro país la padecen cerca de 15 millones de personas, de las cuales se estima que un 60% de los casos no está diagnosticado. En general, puede decirse que es más frecuente en mujeres a partir de los 35 y 40 años, por una predisposición hormonal, y su prevalencia aumenta con los embarazos y con la edad. No obstante, cada vez afecta a pacientes más jóvenes debido principalmente a que esta patología tiene mucho que ver con el estilo de vida. ¿Cuáles son sus causas? Existen diversos elementos que pueden influir y ser determinantes en la aparición de esta afección.
¿Qué síntomas produce? La IVC es un problema que no desaparece con el tiempo, por lo que cuanto antes se diagnostique y se trate, mayores son las posibilidades de prevenir las complicaciones asociadas y el progreso de la enfermedad. Por eso, es importante consultar al médico si se observa alguno de estos primeros síntomas:
La aparición de las úlceras venosas supone el estadio más avanzado de la enfermedad. Se definen como la pérdida localizada o irregular de epidermis y dermis. Generalmente, se cronifican o se convierten en recurrentes. Tienden a sobreinfectarse y pueden ser invalidantes, afectando en gran medida a la calidad de vida de los pacientes. Por último, a medida que la enfermedad progresa, se puede producir hinchazón en los tobillos y piernas (edema), coágulos en las varices (varicoflebitis), o hemorragia por rotura de las varices (varicorragia). ¿Qué complicaciones puede conllevar? El control de los signos y la evolución es importante para evitar que el paciente presente complicaciones, como tromboflebitis o trombosis venosa profunda. Ésta última afecta al sistema venoso profundo y consiste en la presencia de un trombo (coágulo) en el interior de una vena. Puede dar lugar a complicaciones importantes como un embolismo pulmonar con consecuencias muy graves. ¿Cómo se diagnostica? El primer paso para diagnosticar la insuficiencia venosa crónica es la exploración física de ambas piernas, mediante la observación y la palpación por parte de un especialista. Así mismo, el profesional médico realizará lo que se conoce como anamnesis, que consiste en la recopilación de información proporcionada por el propio paciente acerca de aspectos que puedan influir en la patología, como su edad, antecedentes personales y familiares, signos y síntomas que experimenta, etc. A partir de estos datos, se establece la gravedad de la patología, que será fundamental para confirmar el pronóstico y el tratamiento más adecuados. El diagnóstico se completa con una prueba denominada eco-doppler, que es una variedad de ecografía y constituye la prueba de referencia para el diagnóstico. Mediante el empleo de ultrasonidos, esta técnica permite visualizar el flujo, dirección y velocidad de la sangre en los vasos sanguíneos. ¿Cómo prevenir y controlar? Actualmente no existe un tratamiento definitivo que permita recuperar totalmente el daño producido en el sistema venoso, pero existen diversos tratamientos disponibles para el abordaje de la IVC:
En resumen, dado que existen diversos factores que influyen en el desarrollo, es de vital importancia mantener un cuidado integral y tener en cuenta todos los aspectos que pueden trabajarse, así como llevar a cabo un abordaje multidisciplinar de la enfermedad. |
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